Lo que nadie te cuenta de emprender siendo madre inmigrante

Hace unos años, estaba desempacando maletas en una ciudad que no era la mía, con acento extranjero, sin red de contactos, sin oficina, sin plan B… pero con una idea muy clara: quería construir algo que dejara huella. Y aunque el camino no ha sido lineal, puedo decir con certeza que vale cada paso.

Emprender en el sector cultural ya es un acto de fe. Hacerlo desde cero, en otro país, y además convertirte en madre en ese proceso, suena —y a veces es— una locura.

Sin contar que no todo el mundo va a creer que puedes lograrlo. A veces escucharás más dudas que apoyo, y eso puede hacerte dudar de ti misma. Pero ahí es donde entra lo más importante: que tú sí confíes en ti. Porque si no lo haces tú, ¿quién lo hará primero?

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Ser inmigrante: una desventaja que se transforma

Muchos piensan que migrar significa empezar en desventaja. Pero en realidad, ser inmigrante te obliga a ver el mundo con otros ojos. Te vuelves más flexible, más curiosa, más consciente de los vacíos que existen en el mercado. Te enfrentas al “no se puede” con una energía que solo quien ha tenido que empezar muchas veces puede entender.

En mi caso, venir de Venezuela, pasar por Estados Unidos y luego llegar a Madrid me enseñó que adaptarse no es traicionarse, es transformarse. Me tocó explicar muchas veces una idea que aquí aún no existía: un museo que no fuera museo, una experiencia que se pudiera tocar, oler, saborear. Y lo logré porque no tenía el peso de lo “establecido”, sino la necesidad de crear.

Emprender en cultura: el reto invisible

Nadie te dice que el mundo cultural —tan bello por fuera— puede ser caótico por dentro. Que encontrar financiación para algo que no es ni arte “clásico” ni puro entretenimiento es nadar entre dos aguas. Que para ser escuchada, muchas veces tienes que construir el altavoz tú misma.

Y aunque emprendí en 2019, no puedo decir que ser mujer me haya hecho el camino más fácil. Aún existe —no en todos los espacios, pero sí en muchos— una mentalidad que sigue siendo un poco machista. A veces, como mujer, sientes que tienes que hablar más fuerte, demostrar más, insistir más… para que te tomen en serio. No es una barrera imposible, pero sí una que te obliga a ser aún más firme con tu propósito.

Pero también nadie te cuenta lo increíble que es ver cómo una idea intangible se convierte en un lugar real. Ver a un niño entrar a Sweet Space con los ojos iluminados. Ver a un adulto reconectar con su niña interior. Ver a tu comunidad crecer, emocionarse y recomendar lo que creaste. Eso no tiene precio.

Ser madre mientras emprendes: no es una resta, es una brújula

Cuando llegué a Madrid, no era madre aún. Fue en esta ciudad donde viví dos nacimientos a la vez: el de mi primer hijo y el de mi gran proyecto. Maternidad y emprendimiento crecieron al mismo tiempo, y eso me marcó profundamente.

Ser madre me ha dado una nueva forma de mirar el mundo. Me ha hecho más empática, más práctica, más enfocada. Gracias a mis hijos entendí que crear espacios seguros, creativos, inclusivos no era un lujo… era una necesidad. Que las familias necesitaban un lugar donde jugar, imaginar y sentirse bienvenidas. Y que emprender con propósito es más sostenible que emprender por ego.

Una idea de negocio es una idea viva

Cuando empezamos Sweet Space, teníamos una visión muy clara. Pero con el tiempo, el público, la realidad y nuestras propias vidas nos hicieron evolucionar. He aprendido que una idea de negocio no es algo estático: es algo vivo. Que no hay que aferrarse a la idea inicial, porque muchas cosas pueden —y deben— cambiar.

Sweet Space ha crecido porque hemos sabido escuchar, adaptarnos, cambiar. Porque entendimos que no basta con tener una buena idea: hay que tener la flexibilidad de reinventarla sin perder su esencia.

Si estás pensando emprender en cultura en otro país…

Esto te diría, sin adornos:

  • Rodéate de gente más sabia que tú, que entienda el terreno.

  • Pierde el miedo a explicar lo obvio. Nadie conoce tu visión mejor que tú.

  • Celebra cada pequeño avance como si fuera el gran lanzamiento.

  • Y no olvides por qué empezaste: porque el mundo necesita más belleza, más juego, más espacios con alma.

Hoy, Sweet Space es un museo que recibe más de 150.000 visitantes al año, trabaja con artistas increíbles, y sigue creciendo con nuevos proyectos como VR Explorers o AstroHub. Pero todo empezó con una idea que parecía imposible. Con una mujer que era inmigrante, curiosa y terca. Y que creyó que el arte podía ser dulce, cercano y transformador.

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